La Movilidad Humana es un fenómeno de gran relevancia social, económica y política. Los procesos migratorios provocan cambios en la vida cotidiana de las personas, las que, entre otros aspectos, se reflejan en las prácticas alimentarias. Estas prácticas suelen implicar una combinación de acciones encaminadas a reproducir los platos de su lugar de origen, junto con adaptaciones y/o exclusiones culinarias.
Las prácticas alimentarias y las modalidades culinarias de las personas migrantes evidencian tanto continuidades como cambios, y reflejan limitaciones estructurales, las trayectorias y las experiencias. Constituyen un ejemplo de las denominadas identidades creolizadas o mestizas (Hannerz, 1987), es decir, producto de mezclas culturales.
Las migraciones permiten captar el dinamismo, la flexibilidad y los cambios en las culturas así como la naturaleza fluida, siempre abierta y contextual de las identidades. Al moverse entre las fronteras de espacios geográficos y culturales, la experiencia de los/las migrantes ofrece una perspectiva única sobre la fluidez de la identidad y las fronteras culturales de resistencia y cambio.
Los sentimientos de pertenencia o identificación con la sociedad receptora no pueden lograrse sin una afiliación o integración completas. Por dicha razón, la seguridad alimentaria, así como otros derechos básicos, necesita ser concebida como una herramienta analítica importante al evaluar cómo los/las migrantes perciben su inclusión, reconstruyen su identidad y se integran exitosamente.
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